Atún en un barco pesquero en Cairns (Australia) SHUTTERSTOCK
· Madrid
Cada español consume 42,4 kilogramos de pescado al año, muy por encima de la media europea (24,9 kg) y más del doble que la media mundial (20 kg). Se trata de una importante fuente de proteínas y un componente crucial para una dieta saludable, como refleja el informe El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2016 (SOFIA) de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Pero la sobreexplotación de los océanos, que está reduciendo la cantidad de peces disponibles, unida al aumento de la demanda de pescado debido al aumento de la población mundial, amenazan la disponibilidad futura de los recursos pesqueros. Y según sostiene esta semana una investigación publicada en la revista Science, el aumento de temperaturas debido al cambio climático también tendrá un impacto directo en las especies marinas con interés comercial.
La buena noticia es que, según este estudio, esos efectos serán limitados si se aplican las medidas consensuadas en el Acuerdo de París alcanzado durante la Cumbre del Clima de diciembre de 2015, cuyo objetivo último es que en 2100 la temperatura aumente menos de 2ºC respecto al inicio de la era industrial.
Según las estimaciones del equipo liderado por William Cheung, por cada grado centígrado que aumente la temperatura, los recursos pesqueros potenciales se reducirían en más de tres millones de toneladas métricas cada año.
Si el incremento de temperaturas es de 1,5ºC, las potenciales capturas disminuirán, de media, un 2,5%. En el caso de que aumenten 3,5ºC, se reducirían en un 8%, de media, aunque el porcentaje sería muy superior en ciertas regiones del planeta en las que además, la economía de las comunidades locales suele ser muy dependiente de la pesca. La que más sufriría, con una reducción de los recursos pesqueros de un 47%, es la región del Indo-Pacífico, que incluye la Bahía de Bengala, el Golfo de Tailandia, el Mar de la China Meridional y el Mar de Célebes.
Según detalla a EL MUNDO William Cheung, investigador de la Universidad British Columbia (Canadá), en el Mediterráneo, el descenso de recursos sería del 38% en un escenario con un aumento de temperaturas de 3,5ºC, que se reduciría a la mitad si el incremento fuera de 1,5-2ºC. "En el Mediterráneo, los stocks de peces y las pesquerías son bastante vulnerables al calentamiento. Esto se debe al efecto cul du sac [callejón sin salida] de los mares semicerrados, donde las fronteras geográficas limitan los movimientos de especies desde las aguas cálidas", señala.
Para evaluar el impacto en los ecosistemas marinos, analizaron los datos de 19 modelos terrestres en distintos escenarios. Es decir, midieron las respuestas a situaciones en las que continuaba habiendo altos niveles de emisiones y otras en las que se aplicaban medidas de mitigación. Estos modelos fueron aplicados a 892 especies marinas e invertebrados con interés comercial de las 2.000 que se estima que existen globalmente. "En términos generales, se calcula que en los océanos hay alrededor de 20.000 especies de peces", detalla Cheung.
Pescado en un supermercado ARABA PRESS
"Las especies que son más vulnerables son aquellas que están restringidas a un hábitat concreto debido a razones biológicas o ecológicas. Por ejemplo, el salmón del Pacífico tiene que volver al río en el que nace para reproducirse, por lo que es mucho más susceptible al aumento de temperaturas en las aguas costeras y en los ríos. Otro ejemplo son los meros y las doradas", señala Cheung. "En nuestro estudio, los trópicos destacan por ser una de las zonas más vulnerables, y sabemos que los arrecifes de coral son particularmente vulnerables al calentamiento". Por el contrario, "generalmente, las especies que están más extendidas y que crecen rápidamente son más resilientes".
El estudio no ha tenido en cuenta los efectos de la acidificación de los océanos, pues se ha centrado en las consecuencias del aumento de temperaturas por lo que según Cheung, si este fenómeno (que altera la composición química del oceáno por la emisión de gases contaminantes en la atmósfera) tiene un impacto significativo en los stocks de peces y en los ecosistemas, éste se sumaría a lo proyectado en este trabajo.
Javier López, científico marino de la organización Oceana, considera que hay que poner este estudio sobre el impacto del aumento de temperaturas en el contexto de las otras presiones antropogénicas que afectan a los mares: "No se trata sólo del calentamiento global. Hay otros factores como la sobrepesca, la perdida de hábitat, la contaminación o la introducción de peces exóticas", enumera el investigador, sin relación con este estudio.
"El calentamiento global afecta principalmente a la distribución, a la productividad y a la resiliencia de las poblaciones pesqueras. En el pasado ha habido periodos tanto de calentamiento como de enfriamiento. Pueden ser naturales o debidos a factores antropogénicos, y han tenido consecuencias en las comunidades acuáticas", explica López. "Sin embargo, la tasa de calentamiento que se está observando ahora es mas rápida de lo que se ha detectado en ocasiones anteriores debido a causas naturales. La segunda diferencia es que la resiliencia, es decir, la capacidad de aguante de las especies marinas, es bastante menor a la que tenían en ocasiones anteriores debido a la pérdida de biodiversidad, la destrucción del hábitat, la contaminación y a la introducción de patógenos y especies exóticas".
El cambio climático afecta a los stocks pesqueros de forma directa e indirecta. Los efectos directos, explica López, están relacionados, por ejemplo, con la fisiología, modificaciones en su comportamiento, alteración de la tasa de crecimiento, de la reproducción y mortalidad". Por otro lado, los cambios que se producen en el ecosistema marino propician que algunas especies se extingan y que otras migren, de modo que aparecen en zonas en las que antes no estaban, modificando las cadenas alimenticias. La consecuencia es que "hay variaciones en la disponibilidad del alimento, en las presas de los predadores".
"La principal solución contra el cambio climático es conservar lo que ya tenemos. Los países suelen ser muy reactivos a los problemas ambientales pero deberíamos anticiparnos a los problemas", reflexiona.
En su opinión, uno de los aspectos positivos de estudios como el que se publica en Science es que "modelizan y predicen las consecuencias de la gestión pesquera actual" y habla de las oportunidades de pesca: "Si ponemos remedio ahora y nos comprometemos a cumplir el Acuerdo de París, habrá beneficios para el medio ambiente, para la economía y para el ciudadano", señala.
El Consejo de Ministros de Pesca la Unión Europea asignó la semana pasada las cuotas por países para 2017. La ministra Isabel García Tejerina, se mostró muy satisfecha con los resultados conseguidos para España, que se traducen en "más cuota y más beneficios para los pescadores españoles".
La organización conservacionista Oceana, sin embargo, considera que las capturas de stocks "podrían duplicarse si los ministros siguieran las recomendaciones científicas en lugar de intereses económicos a corto plazo".
"Estamos fallando en la gestión de los recursos pesqueros", apunta Javier López, científico marino de la organización Oceana, que recuerda que el 89,5% de lo stocks pesqueros mundiales están sobreexplotados o plenamente explotados".
Se trata de un problema que se remonta a la segunda mitad del siglo XX: "Tras la Segunda Guerra Mundial el desarrollo tecnológico llegó a las embarcaciones pesqueras, lo que provocó un incremento exponencial en la presión pesquera en aguas europeas", recuerda.
"Las aguas europeas son un paradigma de la sobreexplotación de los recursos pesqueros. La gestión es lamentable, pese a que tenemos todas las herramientas para evitarlo. Tenemos un conocimiento científico envidiable, tenemos el marco legal (a nivel europeo y nacional) y tenemos instituciones y mecanismos de control. Y sin embargo estamos fallando", dice López.
Y es que, la sobrepesca en aguas europeas afecta, de manera conjunta, al 64% de los stocks, aunque la situación varía según la zona. A diferencia de lo que ocurre en el Mediterráneo, apunta López, las aguas del Atlántico, en las que la sobrepesca afectaba al 90% de las especies hace 15 años, son un ejemplo de recuperación: "La situación ha mejorado gracias a las medidas de gestión implementadas, como los límites de captura. No ha sido por el azar".